Hablamos con la profesora Carmen Velayos Castelo sobre el Aula Ecológica Blanca Catalán de Ocón de la Universidad de Salamanca
“Mira profundamente en la naturaleza y entonces comprenderás todo mejor”, decía Albert Einstein y es que múltiples estudios hablan de la estrecha relación entre el aprendizaje y la vinculación con el espacio natural.
Carmen Velayos Castelo es profesora en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Salamanca y desde hace algún tiempo tenía el deseo de crear un espacio entre árboles y plantas para impartir clase; un lugar que permitiera “la experimentación y vivencia del tiempo biológico, de los momentos del día, de la luz cambiante, de los sonidos diversos… Cuando estás en la naturaleza, las cosas tienen sus tiempos y sientes el tiempo pasar”. Esta profesora, convencida de los beneficios del aprendizaje en contacto de la naturaleza combinado con el sistema tradicional, nos cuenta que “cada día miraba el pequeño pinar frente al edificio FES (Paseo Francisco Tomás y Valiente del Campus Unamuno de la USAL), un rincón natural con casas para murciélagos y pájaros y que raramente estaba ocupado”. Carmen vio claro que ese lugar era el idóneo para crear un Aula Ecológica, un espacio docente sin paredes ni techos. Tras trasladar su propuesta a diversos Vicerrectorados, recibió un proyecto de innovación docente y se inició un proceso de trabajo con un equipo multidisciplinar (formado por estudiantes, profesores de filosofía, de filología, de botánica y de bellas artes, junto con la Oficina Verde), donde todas las decisiones se fueron tomando de forma conjunta.
Este pequeño pinar pasó así a albergar nuevos bancos, instalados de un modo que recuerda a un recinto romano; y rodeado por vegetales y arbustos autóctonos como el tejo, acebo, madroño, laurel, majuelo y cornejo con el objetivo de crear un cerrado exterior que ayude a amortiguar e insonorizar los ruidos provenientes de la vía pública. Además, algunas de estas especies son frutales y, por lo tanto, de utilidad para la atracción de especies de insectos polinizadores.
Por su parte, el alumnado y profesorado de Bellas Artes aportó sus conocimientos para crear señalética que explica las distintas especies, como si de un jardín botánico se tratase y que también ha instalado una escultura que enmarca el espacio y el nombre de este aula tan especial: Blanca Catalán de Ocón, en honor a la primera botánica española.
La Universidad de Salamanca cuenta así con su Aula Ecológica, una idea que está despertando el interés de otras universidades. “Se han realizado muchos estudios que dicen que en las aulas de naturaleza se aprende mejor, hasta un 27% mejor en test realizados en el campo con respecto a los realizados en un aula convencional. Destaca esta docente que ya ha probado el nuevo aula en sus clases, creando un ambiente completamente diferente a cuando se celebran en un espacio cerrado; “los alumnos dicen que las clases al aire libre favorecen el debate, la atención y el pensamiento” concluye.
Los beneficios de este tipo de docencia van más allá de lo académico, como nos explica Carmen: “Vivimos en un tiempo muy acelerado, con muchos estímulos, faltan momentos para la serenidad y eso conlleva que haya muchos jóvenes con importantes niveles de depresión y ansiedad. Este aula pretende ser un espacio de celebración de la vida, un lugar que favorezca la concentración, la colaboración y el positivismo”. Los beneficios emocionales y psicológicos del aula ecológica serán objeto de estudio y análisis por parte del servicio de asuntos sociales de la universidad, que medirá, por ejemplo, la tensión del alumnado antes y después de las clases en este aula entre pinares.
Una iniciativa que aporta un gran valor a la vida universitaria y que ayuda a extender la concienciación medioambiental y la puesta en valor del entorno natural entre los más jóvenes. Pero además, este rincón verde, que forma parte de la infraestructura verde urbana de Salamanca, supone un espacio para el disfrute de toda la ciudadanía que ahora, tras la transformación, recibe visitas, por ejemplo de personas mayores que viven cerca y es que “desde allí se ve la montaña y uno de los mejores atardeceres de la ciudad. Además, en diciembre se llena de estorninos, es todo un espectáculo ver cómo “bailan”, comenta con emoción Carmen.
Un aula en contacto con la naturaleza, un escenario idóneo para aprender y para sentir que refleja todos los beneficios que la infraestructura verde aporta a la vida urbana.